jueves, 26 de febrero de 2009

Un poco de lo que quieren las mujeres

(Una lectura para ellos acerca de ellas)

Lic. Pablo Díaz Díaz
Psicólogo Clínico


Mel Gibson termina su insólita experiencia intentando deshacerse de una facultad adquirida por mero accidente, saber qué es lo que piensan –desean- las mujeres. Una facultad que en un principio la disfrutó e incluso sacó provecho (¿quién no?) pero que al final se convirtió en una tortuosa travesía; acaso tratando de ilustrarnos lo complicado que resulta, en el imaginario masculino, comprender a las mujeres.

Las diferencias neurofisiológicas y neurobiológicas entre ambos sexos, las cuales se observan en las manifestaciones conductuales, son indicadores de la función que cumple cada género para contribuir a la supervivencia de nuestra especie. Y se preguntarán por qué traigo a colación este tema. Pues mucho se ha hablado sobre la emocionalidad que demuestran las mujeres, entendiendo y/o interpretando esto como reacciones explosivas o exceso de susceptibilidad, lo cual para muchos hombres grafica la principal diferencia con ellas. Sin embargo; esto es, en la gran mayoría de los casos, falso. Estudios antropológicos revelan que por herencia evolutiva de los homínidos, la mujer posee una mayor inteligencia emocional, una vez más, por una cuestión de supervivencia de la especie. La madre, para producir buena cantidad y calidad de leche, debe estar en un adecuado estado de relajación. De este modo, las posibilidades de supervivencia de los hijos aumentan al ser la mujer capaz de tranquilizarse rápidamente y optimizar la cantidad de alimento para sus bebés. Situación distinta ocurre con los hombres. Los homínidos machos, al dedicarse a la caza, debían permanecer en un constante estado de alerta y vigilancia, de tal forma eran propensos a altas dosis de adrenalina que no les permitían tranquilizarse rápidamente y por ende, tenían más posibilidades de sobrevivir y a la vez, procrear. En la actualidad, el sistema cardiovascular del hombre continúa siendo más reactivo que el de la mujer; por tal motivo le cuesta mayor tiempo recuperarse de la tensión, más aún en situaciones de estrés con su pareja.

Partiendo de las evidencias antropológicas, se realizaron investigaciones psicológicas. Estas investigaciones concluyeron que ante dificultades y/o conflictos entre parejas, los hombres tienden más a los pensamientos negativos que mantienen la tensión, en tanto las mujeres se inclinan por los pensamientos tranquilizadores que les permiten recuperar la calma y mostrarse conciliadoras. Y es en esta diferencia donde quizás parte el concepto –en razón de los hombres- sobre la emocionalidad de las mujeres. Ellas, que son más capaces de enfrentar la tensión, son las que inician la conversación de la pareja acerca de temas espinosos. Los hombres, que no son del todo capaces de enfrentarse a tal situación, evitarán estos temas; se mostrarán a la defensiva o incluso serán ofensivos, en un intento por silenciar lo que intenta expresar su pareja.

La mujer busca en el hombre protección y seguridad. Al no sentirse escuchada y/o comprendida, vive una sensación de indefensión e inseguridad y buscará de su pareja por los medios necesarios todo aquello que conlleve a experimentar la satisfacción de ambas necesidades. Si el hombre no es o no ha sido capaz de asumir una actitud receptiva de los deseos de su pareja, provocará el mantenimiento de un círculo vicioso en donde una va hacia… y el otro huye de…

La comunicación efectiva, en donde se escuchen ambas partes sin prejuicios ni juzgamientos de por medio, ayuda a entender y/o tolerar el punto de vista de la otra persona lo cual nos permite descubrir cuáles pueden ser sus pensamientos y sentimientos, y así poder brindarle lo que le hace falta de nosotros. Cariño, amistad, respeto, tolerancia, comprensión…., amor. Comenzar por un cambio pequeño, que poco a poco provocará grandes cambios. De esta manera se consiguen los objetivos planeados por la pareja, evitando la frustración de no conseguir algo poco probable de lograr en el corto plazo. Cada persona tiene su propio tiempo. Cada pareja sabrá descubrir qué es lo mejor para sí. Nada nuevo ha sido inventado. O acaso oímos pero no escuchamos, vemos pero no observamos. ¿Quién tiene la sartén por el mango?

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