viernes, 3 de abril de 2009

PSICOVIDA

Somos un Centro de Atención Psicológica Integral y Capacitación, compuesta por un equipo innovador y con gran experiencia en el área Psicológica.
Nuestro objetivo es conseguir que las instituciones con quienes trabajemos nos sientan como un departamento más de su organización; encargándonos el área de salud mental.

Damos una nueva visión al mundo de la Atención Psicológica, profesionalizando e innovando soluciones de sencilla adaptación a las posibilidades de quienes nos consultan.
Personalizamos todo servicio a medida de las necesidades de nuestros Clientes, ya que entendemos que cada persona e institución tienen sus características propias; y tenemos la obligación de conocerlas y adaptarnos a ellas para poder ofrecer un servicio de calidad.

Estamos especializados en el área de la Atención Psicológica y asesoría institucional y conocemos perfectamente el sector y todos los eslabones de su cadena causa – efecto –solución, lo que nos permite enfocar nuestra actividad a todas las posibilidades de solución de quienes nos consulten.

En un mundo tan cambiante y falto de valores fundamentales donde, muchas veces, la necesidad humana es la menos atendida debido a que no siempre trae consigo signos físicos del padecimiento, se hace necesario contar con servicios como el que les ofrecemos y que son los siguientes:

  • Diagnóstico Psicológico.
  • Orientación y Consejería: Individuales, de grupo y Orientación Vocacional.
  • Terapias: Individuales, Grupales, Familiares, De pareja, Grupo de apoyo para adictos en recuperación (que hayan finalizado el programa de rehabilitación y socialización).
  • Asesoría a empresas e instituciones educativas: Selección de personal, Capacitaciones a grupos de trabajadores, Evaluación del clima laboral, Escuela de Padres, Charlas y talleres.
  • Servicios Complementarios: Shiatsu Terapéutico.

ENTRE EL DESEO DE SER PADRES Y EL MIEDO A QUEDARNOS SOLOS



Mg. Carmen C. Jaramillo Carrión - Directora de PSICOVIDA





Exceptuando a los embarazos adolescentes “accidentales”, los producidos por algún acto violento, y los no planificados, a algunas personas el verdadero llamado a la paternidad y maternidad, es decir, el deseo de formar una familia llega, si es que llega, en un momento de plenitud y madurez física, mental, laboral, social y, por qué no, también económica; llega cuando todo está listo, pero a veces no tenemos con quién poner en marcha el proyecto y el tiempo no es lo que sobra...
Tanto hombres como mujeres tenemos un reloj biológico que nos indica en qué tiempo estamos mejor dispuestos físicamente, pero tomamos conciencia de ello cuando empezamos a notar de que “ya no estamos como antes” y es que ocurre que la madurez arriba mencionada no llega en todos sus aspectos al mismo tiempo a nuestras vidas, o no llega, o llega en el hombre en una edad y en la mujer en otra. Pasará que él no se quiera casar, que ella no se quiera casar, o que ninguno se quiera casar (todavía) y mucho menos quieran tener hijos… y el tiempo sigue corriendo.
Probablemente la mujer ponga el grito en el cielo primero, pues su reloj biológico le da plazos más cortos; pero el hombre responsable y que aún no se siente seguro pues no tiene una relación estable, quizá un poco más tarde que el género opuesto, también se asustará pensando que no va a tener la descendencia que confirma su masculinidad y capacidad de procreación mientras nuestra querida sociedad espera y juzga: “soltero maduro…”.
El miedo a quedarnos solos se hace presente y con él la solución al problema: Un hijo. En producción independiente, la mujer no sabe todavía de quién y el hombre no sabe con quién. Total, qué importa. Tenemos el dinero, la carrera, las relaciones sociales, el trabajo, lo tenemos todo, no necesitamos nada, ni siquiera una pareja estable, sólo nos falta …un hijo. Y no pocos(as) se embarcan “solos” en el proyecto.
En el caso de la mujer se puede creer que la cosa es más sencilla pues es ella la que lleva al bebé y finalmente éste es suyo, pero en el caso del varón la situación se complica ya que necesita un vientre para su futuro bebé. Las mujeres, por su lado, tanto como los hombres, por el suyo, en un acto de intensa estupidez, procuran la concepción que se lleva a cabo con la esperanza de que un ser inocente y que no tiene nada que ver con las frustraciones de sus futuros padres les salve a éstos la vida. Acaban de cometer un crimen, no por la concepción misma sino porque ponen sobre las espaldas de su futuro hijo/a, aún no nacido, el peso de salvarlos de la soledad, de las viejas frustraciones infantiles y el desamor.
Cuando un(a) niño(a) viene al mundo debe hacerlo por amor entre las personas que lo engendran y que están dispuestas a sacrificar su salud, dinero, trabajo, amistades, cuando sea necesario y sin quejarse, debe ser para dejarlo ser independiente poco a poco, para permitirle no ser el ser perfecto que sus padres esperan, para amarlo tal como es. Un(a) niño(a) debe venir al mundo para luchar como todos nosotros por su pedacito de felicidad al que tiene derecho, para gozar de respeto, de confianza, de atención de todas sus necesidades y eso incluye dedicarle el tiempo necesario: Mucho y de calidad, no existe eso de que “el tiempo que le doy es poco pero bueno”, esa es una excusa creada por quienes primero tienen hijos y después piensan: ¿Quién los criará? Y surgen las abuelas, la tías, las nanas, o quien sea y puede ocurrirle cualquier cosa al bebé.
Estimados lectores: Hoy estamos y mañana ya no. Esta es una ley que se aplica a todos en forma totalmente imprevisible (salvo honrosas y no tan honrosas excepciones), ni el conseguir pareja, ni el tener hijos nos asegura la salvación de una vejez solitaria. Aprendamos a diferenciar: una cosa es el deseo de familia e hijos, con la conciencia de que reportará penas y amarguras tanto como felicidad y satisfacciones y otra muy distinta el querer tener pareja e hijos para no quedarnos solos de manera que, cuando no se den las cosas como queremos, nos desquitemos con los más indefensos: Nuestros hijos.